La bandera de la identidad
Rosario, cuna de la bandera argentina, fue elegida por nuestra Asociación para desarrollar el primer curso, en tierra extranjera, sobre la cultura de la Benecija.
Esto demuestra la insuperable creatividad de esta ciudad.
Durante el curso de lengua eslovena, historia cantos, bailes y cocina de la Benecija, organizado por la Asociación Unione Emigranti Sloveni, en la Ciudad de Rosario el pasado mes de Julio, de 2007, Sebastián Ciccuti, socio del círculo local, tuvo una idea original: crear un logotipo para identificar en diversas ocasiones a los jóvenes eslovenos del Friuli, Venezia, Giulia, de los cinco continentes.
Después de pocas horas de trabajo este bravo joven argentino, estudiante de cinematografía y vencedor de un importante curso de cortometrajes a nivel internacional, creó el logo que se observa en la primera plana del Emigrant.
El sol, las montañas, las jóvenes generaciones, los valles, el agua que recorre la llanura simbolizan la rica identidad de la Benecija, llena de vida y de fuerza.
Cultura que nace, vive y crece en una fecunda secuencia de ritos, leyendas eclipsantes y tradiciones vivas, que son transmitidas desde los antepasados a los jóvenes.
El logotipo recoge aquello que sentimos nosotros los jóvenes. Sebastián, sentado delante de su computadora mientras piensa en su tesis de licenciatura explica:
“en este encuentro comprendimos que la identidad se transmite ya sea en la belleza de las palabras de Clodig, a través de la poesía Korito; sea en la pureza de la historia; en el arte, expresado mediante los cantos populares y sus sorprendentes melodías; en los platos dulces como salados, llenos de simples y delicados sabores que son el reflejo de una gastronomía austera que supo aprovechar al máximo los recursos de la naturaleza.
Identidad es también la sensualidad y provocación de los bailes, que congrega alma y cuerpo”.
Son los jóvenes quienes buscan con los brazos levantados en alto para proteger la identidad fértil de la Benecija.
“Estamos aquí”
, parecen gritar desde las cimas de las montañas, como si quisieran invitar a todos a un prolongado abrazo.
Detrás de ellos asoma el sol, con sus rayos implacables, radiantes, que confirman esta invitación e iluminan, eternamente, a mujeres y hombres a transmitir su sabiduría popular a las almas nuevas.
Éstas sienten un desafío: exaltar ahora y siempre, casi en un pacto cristalino de sangre que abraza prepotente la llanura, el modo de ser, de vivir, de pensar, de sentir, de actuar, que fue de sus nonos y de sus padres.
El creador de esta idea simple y original, y audaz al mismo tiempo, termina diciendo:
“Las pinceladas llevan la idea de tranquilidad que sentimos nosotros los jóvenes cuando estamos protegidos por los ancianos, pero están también para indicar el ímpetu de las nuevas generaciones, ávidas a tomar la nueva barca para dirigirnos hacia al futuro con la certeza de no olvidar nunca quiénes somos”.
Silvia Adriana Casagrande